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jueves, 14 de marzo de 2013

Eleanor #4

En cualquier caso, éramos muy diferentes, y por ello muy peligrosos el uno para el otro".- Franz Kafka.

Está condenadamente guapa, pero es una dama de hielo, lejana e inconfundible. Apenas la he visto reír un par de veces. La busco constantemente con los ojos por los pasillos del instituto, y cada vez que la veo me invade una sensación de calor por todo el cuerpo indescriptible. No puedo decir que siento cosas buenas, puesto que en el fondo la odio, ódio su impertinencia, su superiorirdad, pero hay algo magnético que me atrae a ella.
No sabía que íbamos a estar con ella y sus amigas. Cenamos, damos un paseo, y ella siempre detrás nuestra. No evito mirarla. Porque no quiero. Cuando se despide, la sigo.
-¿Adónde vas?- dice- ¿Piensas que no sé que estás ahí?
-Te acompaño a casa. Y sé de sobra que estoy aquí- contesto.
-No quiero que me acompañes.
-Yo sí.
-Oh, mierda- dice, buscando en su bolso- dame un pitillo. Se me han acabado.
-No quiero- me hago el impertinente. Creída.
-Dámelo. Necesito fumar.
-No.
Se giró- que hasta ahora no lo había hecho-, y se acerca hasta mi altura, caminamos unos metros en silencio y de repente me coge la cajetilla del bolsillo de atrás de mi pantalón.
-¡Eh!
-Tu lo quisiste- y se lleva un pitillo a la boca. Lo enciende y le da una desesperada calada.
-¿Ahora me lo devuelves?
-Toma- me extiende la caja.
 -Gracias.
Nos acercamos poco a su casa, que impone hasta bajo la sombra nocturna.
-¿Me esperas un momento?- pregunta, mientras abre la puerta de su casa.
-Claro- le digo.
Se cuela entre la hoja de la noble puerta de roble. Me apoyo en la verja, y de pronto oigo un grito que me cala los huesos. Corro dentro de su casa, y sus gritos me conducen hasta una sala que parece un escritorio. Y allí la veo, histérica ante el cadáver de su padre.

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