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lunes, 8 de julio de 2013

Eleanor #5

El Upper East Side siempre ha sido el hogar de mis abuelos, mis tíos y mi padre, por lo menos hasta que se casó con mi madre. El Penthouse en el que vivían mis abuelos era la prolongación de su vida: elegancia. Fiestas de etiqueta. Élite. Excesos.
Jamás pensé volver a esa enorme casa en la última planta de aquel imponente edificio. Y ahora me encuentro otra vez con todo. Cogí las maletas una vez enterré a mi padre y dejé todo allí hasta que llegue septiembre. No sé qué hacer con mi vida. Ni con la fortuna. Mis abuelos me pagan todo porque piensan que es lo único que les queda de su hijo.
Pienso en Alex todos los días. A ese mierdas le encantaría Nueva York. No comprendo por qué se enfadó cuando le dije que me iba a pasar el verano fuera, si me odia; aunque se portó como un caballero cuando se murió papá. Supongo que ahora estará acostándose con cualquiera, lo tiene fácil.

Bajo del tren en Gran Central. He decidido dejar a mis abuelos en los Hamptons por unos días, me apetece estar sola. Entro en el imponente edificio y un botones me lleva en ascensor hasta el el último piso. Me lleva las maletas hasta la puerta y cuando abro la puerta mis ojos no pueden dar crédito a lo que ven. Mi primo está tirado en el sofá y la gran planta baja abierta está llena de basura: palomitas, comida, envases de cerveza vacíos, colillas, cajas de tabaco vacías, botellas de todo tipo de alcohol y varias personas durmiendo encima de la alfombra persa de mi bisabuela. Logro exclamar entre mi asombro.
-¡MICHAEL! ¿Qué demonios es esto?- digo en inglés.
-Oh, Dios, ¿puedes hablar más bajo?- contesta, resacoso.
-No, se suponía que la casa estaba vacía para mí sola- protesto.
-Y así era, pero tengo visita.
-¿Quién?
-Un amigo. Y no quiero llevarlo con los abuelos.
-Tienes una casa a la que ir.
-Lo sé, pero es verano, no me hagas esto, Eleanor...- suplicó.
-Vale, pero quiero que respetéis mi espacio para que yo respete el vuestro.
-Vale.
De pronto escucho a alguien bajar por las majestuosas escaleras, maldiciendo. en alto.
-Mierda Michael, no encontré las toallas grandes, y las que encontré son pequeñísimas.
-Eso es porque eres enorme.- dijo mi primo, sarcástico.
-Voy a asaltar tu despensa, me muero de hambre.
-Sin problema.
No pude ver quién bajaba las escaleras, pero mi primo me agarró por el brazo y me arrastró a la cocina. Mientras me reía cruzando el umbral de la puerta de la cocina, vi su torso desnudo musculoso y esculpido. Sólo tenía una toalla en las caderas y de pronto su mirada se cruzó con la mía. Abrió los ojos y exclamó en alto:

-Mierda, Eleanor.

jueves, 14 de marzo de 2013

Eleanor #4

En cualquier caso, éramos muy diferentes, y por ello muy peligrosos el uno para el otro".- Franz Kafka.

Está condenadamente guapa, pero es una dama de hielo, lejana e inconfundible. Apenas la he visto reír un par de veces. La busco constantemente con los ojos por los pasillos del instituto, y cada vez que la veo me invade una sensación de calor por todo el cuerpo indescriptible. No puedo decir que siento cosas buenas, puesto que en el fondo la odio, ódio su impertinencia, su superiorirdad, pero hay algo magnético que me atrae a ella.
No sabía que íbamos a estar con ella y sus amigas. Cenamos, damos un paseo, y ella siempre detrás nuestra. No evito mirarla. Porque no quiero. Cuando se despide, la sigo.
-¿Adónde vas?- dice- ¿Piensas que no sé que estás ahí?
-Te acompaño a casa. Y sé de sobra que estoy aquí- contesto.
-No quiero que me acompañes.
-Yo sí.
-Oh, mierda- dice, buscando en su bolso- dame un pitillo. Se me han acabado.
-No quiero- me hago el impertinente. Creída.
-Dámelo. Necesito fumar.
-No.
Se giró- que hasta ahora no lo había hecho-, y se acerca hasta mi altura, caminamos unos metros en silencio y de repente me coge la cajetilla del bolsillo de atrás de mi pantalón.
-¡Eh!
-Tu lo quisiste- y se lleva un pitillo a la boca. Lo enciende y le da una desesperada calada.
-¿Ahora me lo devuelves?
-Toma- me extiende la caja.
 -Gracias.
Nos acercamos poco a su casa, que impone hasta bajo la sombra nocturna.
-¿Me esperas un momento?- pregunta, mientras abre la puerta de su casa.
-Claro- le digo.
Se cuela entre la hoja de la noble puerta de roble. Me apoyo en la verja, y de pronto oigo un grito que me cala los huesos. Corro dentro de su casa, y sus gritos me conducen hasta una sala que parece un escritorio. Y allí la veo, histérica ante el cadáver de su padre.